Cuando lavar es cuestión de ciencia: enzimas quita manchas

En el lavado de nuestra ropa hay varios elementos que marcaron la diferencia. En este texto: los detergentes. Cómo la innovación nos ayudó a dejar de fregar e hizo que hoy lavar la ropa sea “toda una ciencia”.  

Quién no conoce a Thomas Alva Edison (1847–1931), el famoso inventor estadounidense. Entre muchas cosas, inventó, la cámara de cine, el fonógrafo, una batería para coches eléctricos, y la lamparita de luz incandescente, que iluminó nuestros hogares durante muchos años, hasta la llegada de las lámparas de bajo consumo, y actualmente la iluminación con leds.

Todas innovaciones tecnológicas relacionadas con la iluminación en nuestros hogares.

Pero lo que quizás, muchos no sepan, es que a lo largo de su vida registró a su nombre 1.093 patentes, en los Estados Unidos, un récord que no se ha superado hasta la fecha. Creó el primer laboratorio de investigación industrial del mundo, y sus numerosos inventos han mejorado la vida en el mundo moderno. Una de sus frases preferidas era que “Nunca hice nada por casualidad, ni ninguno de mis inventos llegaron por accidente, llegaron por el trabajo”. A la que le sumaba la de “El genio es 1% de inspiración y un 99% de transpiración”. Y vaya que transpiró este empresario e inventor. La cantidad de ropa que habrá tenido que lavar. Edison no inventó nada relacionado con el lavado de las prendas de vestir, pero sí sentó las bases de las innovaciones tecnológicas.    

Algo tan simple y cotidiano como el lavado de nuestra ropa, fue acompañado en los últimos años por los avances tecnológicos más sofisticados. Hoy lavar la ropa es toda una “ciencia”. En el lavado de nuestra ropa hay dos elementos que marcaron la diferencia: los detergentes y los lavarropas. Para la eliminación total de manchas y suciedad hace falta la acción conjunta de enzimas y agitación mecánica.

En el pasado, el único método por el cual se podían eliminar las manchas de los tejidos era mediante el uso del jabón tradicional, que se fabricaba mezclando una sal alcalina con un ácido graso de cadena larga. Estos jabones para ropa necesitaban, por ejemplo, altas temperaturas para eliminar la suciedad, lo que producía una disminución de la vida útil de la ropa, o incorporar blanqueadores químicos que contaminaban el ambiente.    

Pero hace unos 40 años, comenzaron a usarse enzimas producidas por bacterias y hongos, que se reproducen en grandes tanques o fermentadores. Estas enzimas son catalizadores, es decir proteínas que aceleran los procesos de desintegración y transformación de las sustancias que forman parte de las manchas. En la actualidad, la mayoría de las enzimas se han mejorado usando técnicas de ingeniería de proteínas o provienen de microorganismos genéticamente modificados para optimizar su proceso de fabricación. Entre estas enzimas encontramos a las lipasas, proteínas que degradan las grasas, y que son útiles para disolver manchas de aceite, manteca o lápiz de labios. Otras son las proteasas, que remueven las manchas proteicas, como las de sangre y huevo, y las amilasas, que degradan las manchas que contienen almidón, como las manchas de papa y chocolate. Finalmente, las celulasas, sirven para remover las manchas de tierra o restos vegetales. Los detergentes con enzimas son biodegradables y hacen el trabajo de limpieza a bajas temperaturas y en periodos cortos, reduciendo el consumo de energía. Además, la cantidad de enzimas en la fórmula del detergente es mínima, representando apenas el 1% del volumen total.

Eliminar la totalidad de las manchas en un solo lavado sigue siendo un reto para los fabricantes de detergentes, y el uso de las enzimas nos acerca bastante al logro de este objetivo, pero todavía hay manchas que se resisten a los avances biotecnológicos: las de café, té, y vino. En la continuación de este relato, los lavarropas inteligentes.

El primer detergente enzimático de la historia

En 1913, el alemán Otto Röhm se dio cuenta que una enzima extraída del páncreas de cerdo era capaz de digerir proteínas. Pensó, entonces en utilizarla para optimizar el lavado de la ropa, y fabricó el primer jabón enzimático de pre-lavado, que se agregaba en pequeñas dosis a 10 litros de agua, para remover las manchas. El extracto que fabricaba contenía tripsina, una enzima proteasa del sistema digestivo. En 1913 patentó su idea, y al año siguiente desarrolló el primer detergente enzimático de la historia: Burnus. Para comprobar su utilidad, Röhm y su esposa lo utilizaron para lavar su ropa interior. Era excelente, y la enzima era tan efectiva que sólo necesitaba una cantidad muy pequeña de producto. Comenzó a venderlo en forma de tableta, para usar con 10 litros de agua. Fue el primer detergente concentrado de la historia. Pero a las amas de casa alemanas no les convenció, estaban acostumbradas a usar grandes cantidades de detergente que producían mucha espuma. Otto se adelantó 50 años a su tiempo, porque no fue hasta la década de 1960 cuando los detergentes enzimáticos se popularizaron.

En 1962, la empresa Novo Nordisk fue la primera en desarrollar y comercializar una enzima limpiadora producto de la fermentación microbiana, una proteasa, que patentó año después, en 1972. A fines de los años 80 el mercado de los detergentes enzimáticos introdujo las amilasas, y en 1988 Novo Nordisk lanzó una lipasa, que tuvo el honor de ser la primera enzima comercial producida por un organismo genéticamente modificado. En esos años se comenzaron a comercializar los primeros detergentes enzimáticos en nuestro país. Los verdes en-zolves, especies de Pac Man enzimático, que “devoraban” toda la suciedad dentro del lavarropas. En su caja decía “Elimina toda suciedad y manchas. Deja todo impecable sin refregar”. Una década más tarde los verdes en-zolves fueron reemplazados por los granbys, unas enzimas que en su envase figuraban con “anatomía triangular” y en 2 colores: verde y azul.