Transgénicos, un ejemplo de ciencia, tecnología e innovación

Cuando la característica buscada por los mejoradores está en otra especie, hay que recurrir a la ingeniería genética para transferirla a las plantas. Gracias a ellas tenemos cultivos tolerantes a herbicidas, resistentes a insectos y a la sequía o con mejoras nutricionales que nos ayudan a producir más de manera sustentable.

Ciencia, tecnología e innovación no son sinónimos

La ciencia aplica el método científico para comprobar ciertos hechos, sus causas y consecuencias. Así, la ciencia descubrió que la bacteria del suelo Agrobacterium tumefaciens era capaz de transferir algunos de sus genes a células vegetales para que estas células produjeran sustancias de interés para la bacteria, formándose como consecuencia un tumor en la planta. La tecnología, aplica los descubrimientos científicos para lograr ciertos objetivos. De esta manera, la tecnología usó el conocimiento científico anterior para desarrollar la ingeniería genética y poder transferir genes de interés a plantas sin producir tumores. La innovación se da cuando los productos de la tecnología llegan al mercado y este los acepta e incorpora. Un buen ejemplo de innovación son los cultivos transgénicos que ocupan millones de hectáreas en el campo argentino. Maíz, soja, algodón, trigo y alfalfa entre otros, que crecen expresando genes bacterianos y de otras plantas para protegerse de insectos, de la sequía o para ayudar a controlar malezas. 

Herramienta del fitomejorador

Desde hace más de 30 años la ingeniería genética está ayudando a los fitomejoradores a incorporar genes a las plantas para tener variedades más productivas, nutritivas y sustentables. Esta revolución la iniciaron los cultivos transgénicos tolerantes a herbicidas y resistentes a insectos plaga. Los primeros, asociados a la siembra directa, permitieron controlar las malezas sin necesidad de remover el suelo, aprovechando mejor la humedad y evitando la erosión. Los otros, más conocidos como cultivos Bt, expresan genes bacterianos (de Bacillus thuringiensis) cuyas proteínas son tóxicas para ciertas plagas, pero inocuas para humanos y animales. Esto de tener el insecticida en la planta asegura el control de las plagas blanco sin necesidad de aplicar insecticidas y mejora la calidad del grano al disminuir la incidencia de micotoxinas (se desarrollan luego del daño de plagas en la espiga).

Luego vinieron los cultivos transgénicos con mejoras nutricionales: el arroz dorado que incorporó genes para la producción de precursores de la vitamina A en el grano y la alfalfa con mayor digestibilidad que contribuye a la mejora de la alimentación del ganado son solamente dos ejemplos.


LOS NÚMEROS HABLAN

• En Argentina se cultivan 26 millones de has de maíz, soja y algodón transgénico

• Han mejorado la rentabilidad de los productores agropecuarios de soja en 29 dólares/ha, de maíz en 35 dólares/ha y de algodón en 217 dólares/ha

• El benefecio económico que le han dado estos cultivos a Argentina es de 159 mil millones de dólares

• La soja transgénica ha contribuido en la reducción del 30% del impacto ambiental al usar menos fitosanitarios y los que usa son más amigables con el ambiente

• Los cultivos transgénicos asociados con la siembra directa permitieron el ahorro de 18 mil millones de kg de carbono